La Ciudad libre y hanseática de Hamburgo es la segunda en número de habitantes de Alemania con casi 2 millones de almas. También tiene el segundo puerto en importancia en Europa tras el de Róterdam, lo que la convierte en una metrópoli poderosa que muestra orgullosa a sus visitantes tanto su legado histórico como su nuevo estilo vanguardista.
Nos acercamos a conocer esta gran ciudad, de la que tan bien nos habían hablado, desde la cercana Bremen, con la que mantiene cierta rivalidad histórica. El trayecto en tren que separa ambas ciudades es de apenas 70 minutos.
La primera impresión que tuvimos nada más bajar del tren a la Hauptbanhof o Estación Central es la de encontrarnos en una ciudad muy dinámica, pero donde también, como en todas las grandes ciudades, existe una población que llega a la misma en busca de oportunidades y termina mendigando en las calles y bocas de metro.
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Toda visita a la ciudad a de empezar por su punto neurálgico, la Casa de la Ciudad, el Rathaus o Ayuntamiento. El edificio terminado en 1897 posee una rica decoración neorenacentista. El anterior fue quemado en el terrible incendio que azotó la ciudad en 1842. Su torre mide 112 metros de altura y su fachada, de 111 metros de largo, representa a los veinte kaiseres del Sacro Imperio Romano.
En la fachada principal quedan además reflejados elementos como la diosa griega Mania o el Ave Fénix, que como Hamburgo, resurge de sus cenizas. No hay que olvidar que en la historia contemporánea, esta ciudad sufrió un gran incendio en el s.XIX y las consecuencias de los bombardeos de la I y II Guerra Mundial. Su imponente reloj es uno de los más grandes de Alemania. Tuvimos la oportunidad de visitar el patio y fotografiarnos con la escultural fuente de la diosa griega Higía, diosa de la Salud y también la planta baja del edificio. Para una visita más completa del edificio se ofertan visitas guiadas en alemán e inglés a algunas de sus 647 salas, que son más que las que posee el palacio de Buckingham en Londres.
Hamburgo tiene cinco o seis iglesias de relevancia, cuyos campanarios forman parte del skyline de la ciudad.
La Iglesia- Catedral de San Pedro, Hauptkirche St. Petri, fue nuestra siguiente parada. La torre mide más de 132 metros. Una de las piezas más valiosas del templo son las manijas de las puertas de acceso con cabeza de león.
De camino a San Nicolás, observamos en algunas baldosas las conocidas como «piedras tropezantes», llamadas así porque se encuentran en rincones inhóspitos donde vivieron algunos judíos o personas de otras razas y homosexuales que fueron deportados de sus hogares hacia campos de concentración. La fecha que hay escrita justo debajo del nombre es la de su deportación.
La iglesia de San Nicolás, St.-Nikolai-Kirche, de estilo neogótico, era una de las cinco principales iglesias protestantes de la ciudad. En la actualidad se encuentra en ruinas, y sirve como monumento conmemorativo de los bombardeos que sufrió la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Se puede acceder a su campanario para divisar la ciudad desde allí. Con sus 147 metros de altura, fue el edificio más alto del mundo desde 1874 hasta 1876 . Del interior de la Iglesia, se conservan el carrillón y un altar, expuestos al exterior. También una escultura homenaje a las víctimas de esta barbarie con multitud de manos que se aferran a la vida.
A escasos metros de aquí, se encuentra la Iglesia de San Miguel, St Michaelis, el templo más bello que hemos visitados en esta corta estancia en el Norte de Alemania.
Data su construcción de finales del siglo XVIII, bajo la advocación de San Miguel Arcángel. Sobre el pórtico de la iglesia se alza una estatua de bronce, que muestra al arcángel conquistando al diablo.
Es impresionante su interior de un blanco resplandeciente y su órgano situado en un segundo piso a modo de teatro. Son visitables las criptas y el Campanario con unas excelentes vistas del puerto.
Tras visitar tanto arte, era hora de visitar la famosa Speicherstadt, traducido literalmente como «la ciudad de los almacenes».
Se trata de un conjunto de edificios de ladrillo rojo, típico de esta zona de Alemania, construidos entre 1883 y 1927, destinados en su momento al almacenamiento de todo tipo de productos, y actualidad a viviendas, oficinas e incluso museos. El barrio está atravesado por un conjunto de canales a través de los cuales, circulaban los barcos para descargar la mercancía directamente en los almacenes mediante un sistema de poleas. Con el desarrollo de las embarcaciones, cada vez más grandes, fue imposible el paso por los canales y el barrio abandonó este uso.
Hoy en día es una de las zonas más «chics» de Hamburgo y fue declarado el conjunto como Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Más de 1300 puentes cruzan los canales de la ciudad lo que la convierte en una especie de Amsterdam o Venecia. Algunos restaurantes tienen fachada a los canales. Nos detuvimos delante de uno de ellos, el restaurante «Zum Brandanfang» cuyo nombre traducido al castellano es «Desde donde empezó el fuego». Es justo en este edificio, un antiguo almacén de tabaco y alcohol, donde se originó el terrible incendio que azotó la ciudad en 1842 y que duró 4 días dejando sin hogar a más de 20.000 personas y destruyendo gran parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad.
Justo al lado se encuentra la llamada HafenCity, la ciudad portuaria. Esta zona quizá sea la más moderna y rica de la ciudad. Hay muchos locales devanguardia donde tomar una copa o cenar, pero el edificio que la distingue es la Filarmónica sobre el Eba o la Elbphilarmonie, inaugurada en el 2017.
Decidimos entrar a hacer una pequeña visita a las salas comunes, el hall y la cafetería. Enseguida nos damos cuenta de que se trata de un edificio muy moderno al cual acude gente vestida con sus mejores galas para acudir a los conciertos. Era un domingo por la tarde y estaba en plena ebullición. No obstante, a pesar de nuestros ropajes, entramos a la nada barata Cafetería para probar un típico Apfel Kuchen o pastel de manzana alemán. El precio, 16 euros por dos trocitos de tarta y dos bebidas calientes, pero estaba delicioso.
Como era invierno enseguida se nos hizo de noche y el frío y la humedad, fueron la excusa para retirarnos al hotel en el barrio de St. Georg.
Al día siguiente, tras tomar el típico Früstück o desayuno alemán, nos dirigimos hacia los dos lagos de la ciudad, el Binnenalster y el Auβenalster. Existen embarcaciones recreativas y barcos restaurante donde tomar un aperitivo sobre el agua. Suelen haber cisnes, símbolo de la ciudad, aunque en esta ocasión no se dejaron ver.
Los alrededores de ambos lagos concentran algunas de las mejores salas de exposiciones y museos de la urbe como la Kunsthalle de Hamburg.
El pulmón verde de la ciudad es el Parque Planten und Blomen, que posee más de 47 hectáreas y una colección de plantas del país. Posee rincones verdaderamente románticos para perderse o simplemente dar un paseo con tu pareja.
Al final de este vergel se llega al barrio de Sankt Pauli, presidido por el Bismarck-Denkmal el mayor monumento de Alemania, dedicado a Otto von Bismarck, primer ministro del reino de Prusia y el primer canciller del Imperio alemán. Frente a este se encuentra el histórico Landungsbrücken, construido en 1839, es un embarcadero que sirve como punto de partida de numerosas embarcaciones que realizan cruceros turísticos por el río Elba.
Sankt Pauli es el centro de la vida nocturna de Hamburgo, posee varios teatros, salas de variedades y musicales, etc. Pero también es uno de los «barrios rojos» más famosos de Europa, donde se concentran sobretodo en la calle Reeperbahn, decenas de tiendas eróticas y clubs de alterne. Además en una de las calles se encuentran los famosos «escaparates» donde se exhiben las prostitutas. Como curiosidad, esta calle pública sólo permite la entrada a caballero mayores de 18 años.
Pero Sainkt Pauli es mucho más, es un barrio de tradición marinera, donde los domingos por la mañana se celebra el Fishmarkt o mercado de pescado al cual se acercan cientos de ciudadanos y curiosos. También alberga locales de música con mucha historia donde tocaron The Beatles antes de ser conocidos.
Hamburgo bien merece una visita de al menos tres días para conocerla profundamente y embriagarse del aroma a mar que esta ciudad rodeada de agua, lagos y río Elba posee.