Las barracas a la vora del mar en Santa Pola

Este post se lo quiero dedicar in memoriam a mi Yaya Paquita. Forma parte de una entrevista realizada en el año 2011, como trabajo de la asignatura “Métodos y Técnicas de Investigación Antropológica”. Y hoy me apetece compartirla con todos vosotros.

Durante la entrevista, la informante, a través de una fotografía tomada en julio de 1945 en las Salinas de Santa Pola, narra como pasaba su familia las ansiadas vacaciones de verano, marchando carretera y manta, hacia las cálidas playas de la vecina localidad de Santa Pola.


Esta forma de veranear, por parte de los ilicitanos, significaba todo un ritual de preparación, antes, durante y después del viaje, que suponía toda una experiencia de disfrute tanto para las familias como para els fadrins, en los escasos días de asueto que se tenía entonces para descansar.

Normalmente se iniciaba el traslado por Sant Jaume, el 25 de julio, para regresar a Elche para la semana de las fiestas de agosto “amb molt mal humor”, como dice la célebre habanera “Venim de la mar” por haber gastado los ahorros de todo el año, aunque con la alegría de asistir un año más a las representaciones del Misteri o Festa d´Elx.


Comienzo a partir de aquí parte de la transcripción de la entrevista a partir de una fotografía. La descripción, así como el léxico es el empleado por parte de mi informante, en este caso mi abuela, que contaba con ochenta y dos años de edad. En la fotografía aparece de pie, la tercera persona por la izquierda.
En la fotografía aparecen mis abuelos maternos en su época de novios con toda la familia de mi abuela.


Se trata del período de “veraneo” de las familias ilicitanas que consistía en pasar quince días de julio (la segunda quincena normalmente) en la playa de Santa Pola, donde se alquilaba una “barraca” o construcción típica para la ocasión en el que alojaban las familias que no podían alquilar una casa o comprarla.
“Al empezar el mes de agosto arrancaban para regresar a Elche a ver las fiestas, la bajada del ángel y la alborada”.

Las vacaciones eran remuneradas para irse al mar quince días.

En la foto aparece mi abuela con sus padres y sus cuatro hermanas con sus respectivas parejas maridos o novios y sus sobrinos. Por lo tanto viajaban todos juntos en un camión que alquilaban siguiendo una línea matricéntrica, es decir, con los familiares de la esposa. Los familiares de los esposos, cuñados de mi abuela, solían hacer una visita del día a la barraca.

Las visitas de un día se producían sobretodo el día de San Jaime, y algunos se quedaban a dormir. Existe un dicho al respecto que decía “Un dia de Sant Jaume sense conviats no és un dia de Sant Jaume”.

También aparecen en la foto otros vecinos que aprovecharon la ocasión para fotografiarse todos juntos.

Cómo se desplazaban a las barracas.

Alquilaban un camión y los que no cabían iban en autobús. Otros iban en carros tirados por burros pero tardaban mucho en llegar porque se paraban. Había carretera pero ya cerca de salar eran caminos más malos”.

Cómo eran esas barracas.

El interior de la barraca estaba distribuida en habitaciones para los diferentes matrimonios, durmiendo los solteros separados de sus parejas, “¡cómo tenía que ser!”. Las paredes divisorias de los distintos dormitorios eran sábanas o cortinas. Dormían en colchones en el suelo o en hamacas.

No había cuarto de baño, ya que se bañaban en el mar, y para hacer aguas menores, se iba al saladar, donde había matas muy altas, para esconderse.

La comida la hacían en la porchada en una larga mesa con un botijo de agua fresca en el centro y se cocinaba con leña cogida del saladar. Cocinaban las mujeres mayores y el resto, mujeres jóvenes y hombres se bañaba o tomaba el sol. Los hombres también iban a comprar la comida.

Por las mañanas bien temprano las mujeres allanaban la arena con un rastrillo de madera y la regaban para que estuviera bien lisa, a esta costumbre se le conocía como “fer la porxà”.

Mi abuela vestida de blanco con mi abuelo.
Mi madre (niña pequeña) con su tía.

Qué se comía.

“Arroz con conejo, pescado, carne, ensaladas y aperitivos. De postre fogasetas y coquicas de mantecas que traían hechas ya de Elche. Desayunábamos con la fogaseta y chocolate hecho con la leña que recogían los hombres. Para beber se consumía agua, vino, casera y vino dulce”.

“Los alimentos los compraban en la misma playa. Había una barraca que era una carnicería “la yáquets”  y allí comprábamos la carne. También pasaban hombres vendiendo pescado fresco, cacahuetes, bebidas y barras de hielo. La comida la conservaban en “pozales” de hielo”.

Chambitero vendiendo helados.

Cómo se divertían.

“Los hombres jugaban al dominó y las mujeres al julepe o al “31” juegos de cartas. También se jugaba a la lotería. Los niños se entretenían trayendo pozalicos de agua para hacer montonicos y casitas de arena. También traían maticas del salar para plantarlas en la arena. Los hombres construían un campo de fútbol en el saladar con unos palos.

Se bañaban en la playa todos juntos los hombres con “taparrabos” y los que no tenían en calzoncillos y las mujeres con bañador con faldita.Se protegían del sol con crema de nivea, sobretodo las mujeres jóvenes que se tumbaban al sol en una toalla”.
Por la noche se podía ir al cine de verano que era un recinto cerrado y había que pagar para entrar. No había radio para entretenerse.

Mi abuela con mi madre.


Tras la sobremesa y por la noche se cantaba en la mesa canciones populares de Elche, como “venim de la mar”, todos juntos con gente de otras barracas. Lo pasábamos muy bien. Como dice la canción cuando regresaban a Elche, las fábricas de zapatos aun permanecían cerradas y “no había res a fer” pues eran las fiesta de agosto.
Para mi abuela ese momento de las canciones era “lo más bonito, había una alegría muy grande y una armonía entre todo.

Mis abuelos maternos y bisabuelos en la barraca.

Sirva de homenaje este artículo a todas aquellas personas que a través de fuentes orales o escritas nos han hecho llegar sus testimonios de “aquel tiempo tan feliz”.

Comparte

Diplomado en Turismo por la Universidad de Alicante y Licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Miguel Hernández de Elche. Le apasionan los idiomas, habiendo estudiado en la Escuela Oficial de Idiomas de Elche, Inglés, Francés e Italia. Además es Guía Oficial de Turismo por la Comunidad Valenciana.

4 Comments

  1. Bonito relato Javi.
    Me gusta pensar que todas aquellas cosas que vivieron nuestros ancestros, de cierta manera, forman parte de nuestro ADN familiar, y que todas estas anécdotas que vivieron nuestros antepasados también forman parte de nosotros, porque nos lo trasmitieron y parte de esas costumbres, de cierta manera, sobrevive en nosotr@s sus herederos.
    Un beso y felices viajes.
    Carmen

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Verificado por MonsterInsights